Crónicas de un Porvenir Político Anunciado

La política en México disfruta de crear personajes buenos y malos, héroes y villanos. En 2018 cambiaron los colores una vez más en Palacio Nacional, pero hay indicios de que nunca ha habido “borrón y cuenta nueva” allá arriba…

Fuente: Wallpaper Cave

Estimado lector, sé con harta precisión que no seré el primero en plantearle un ejercicio de reflexión sobre los cuatros años de mandato del Lic. Presidente en turno. Si compagina con los ideales Transformadores o si considera inverosímil que haya quienes los respalden, allá usted. Eso sí, por el bien de esta nación políticamente intoxicada, no se empecine con creencias propias; lo aquí plasmado es sólo el recuento de lo hecho hasta ahora por Andrés Manuel durante su sexenio, nada nuevo bajo el sol. Simplemente me daré a la tarea de traer del más allá a un muy viejo pero sabio amigo para ofrecerle a usted, apreciable lector, una nueva visión del ya clásico cuento político de México (veamos si atino a despertar la conciencia de los verdaderos pensadores libres que lean esta columna…).


Si usted aún no conoce a George Orwell y su Rebelión en la Granja, hágase el favor de enriquecer su acervo cultural y lea esta mítica obra. Y es que, pese a su más de medio siglo de antigüedad, su trama sigue haciendo eco del panorama político contemporáneo. Todo comienza con el Licenciado aquí aludido ilusionando a la “granja” del pueblo mexicano tras destronar al antiguo “granjero” cruel, autoritario y peligroso del bipartidismo PRI-PAN. Rápidamente se instaura toda política concebible para saciar el hambre de justicia y de oportunidades del pueblo: Sembrando Vida, Crédito Ganadero o Pensión Bienestar, la lista nunca acaba. “¡Larga vida al Licenciado Presidente! ¡Bondadoso y benevolente, él nunca se equivoca!”, se escucha vitorear a las multitudes. Sin embargo, poco a poco cambia la cara: se tiene que hacer lo que su partido indique, guste o no a quienes alguna vez lo apoyaron. ¿Una reforma eléctrica? Hay mayoría en los cuerpos legislativos nacionales para lograrlo. ¿Reestructuración de la educación pública? “Los niños tienen que conocer la ‘verdad histórica’”, alegan los fieles al equipo de tonos rojos y blancos (interprete usted lo anterior como desee). En este punto, la granja orwelliana comienza a perderlo todo: poderío económico, unión civil y hasta vidas. Pero claro, la narrativa del líder es siempre la misma: “aquí todos estamos bien”.

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Fuente: La Verdad Noticias

Invito a aquellos dichosos que ya conocen esta lectura a conservar la compostura. Cual vidente espiritual y analizado de esta forma, ¿acaso Orwell escribió Rebelión en la Granja pensando en el futuro Andres Manuel? No. Lo que Orwell realmente pretende es criticar actitudes populistas que prometen hasta la mismísima luna en una caja dorada durante su primera etapa de gobierno para después acumular poder político y actuar irresponsablemente. En la granja orwelliana, los populistas de Napoleón, Squealer y Bola de Nieve (“amigos porcinos” es lo correcto en términos literarios, pero no vaya uno a herir susceptibilidades) acumulan el intelecto estratégico absoluto y pueden ocultarle cualquier inconveniente e injusticia a su pueblo. El problema para el Licenciado Presidente es que, de este lado del libro, con dos dedos no alcanza para cubrir ni el sol, ni 135,000 homicidios dolosos, ni 3,200 feminicidios, ni un 8.76% de inflación, ni la salida desenfrenada de capital extranjero… esta lista también parece nunca acabar. Y sigue: para Andrés Manuel y su cuatroté, el gran fallo estratégico fue pensar que 3,500 pesos bimestrales harían olvidar al pueblo a los 52 periodistas y 97 activistas humanitarios asesinados o un rezago educativo de décadas por fallas en los sistemas a distancia de educación pública. Para su desgracia, varias Murieles y varios Benjamines impidieron la absoluta ceguera política del país (insisto en la lectura de la obra aunque sea por propia cultura general).


Espero que la ingeniosidad de George Orwell al adelantarse al panorama político de su época haya quedado indudablemente clara. Pero espero más aún haberle ocasionado, estimado lector, cualquier emoción distinta a la apatía por las actitudes de sus actuales gobernantes. Por último, pido amablemente que no se me interrogue por el futuro político de México según otros dieciséis autores ya finados. Esa pregunta conviene planteársela directamente al madrugador de Palacio Nacional.